Memorias de un desconcierto
domingo, 12 de enero de 2014
Rompiendo el himen
Hacía un tiempo que se conocían y hoy, tras cenar en un japonés y mientras le llevaba a casa en su vehículo, en un semáforo en rojo, en el momento en que trasteaba con el equipo de música del coche, que debido a un problema con la antena sólo pillaba la OM y Radio Tele-Taxi en la FM, le acerco sus labios y lo besó. Fue un beso tímido, rápido, casi de decoración. Fue juntar los labios y, buscando en efecto sorpresa, robarle el beso. El semáforo se puso en verde, pero, debido a la impresión que había recibido, él fue incapaz de arrancar el vehículo y allí se quedaron, en medio de la avenida, los coches pitándoles y ellos mirando al frente, incapaces de decirse nada. Unos peatones los miraban desde la acera por si necesitaban auxilio, por si urgiese algo en que ellos pudiesen ayudar, pero la quietud que se vislumbraba en el interior del vehículo les hacia pensar que nada grave pasaba. Por fin el coche se movió, se incorporó a la circulación y se dejó llevar como un iceberg lo hace en las corrientes marinas. Al cabo de un tiempo, no sabrían decir cuanto, pararon y se bajaron del coche. La Luna parecía una inmensa torta recién sacada de la tostadora. Una torta con un brillante tono amarillento que le daba las luces de la ciudad. Una ciudad que descansaba, dormía. Y ellos dos rompiendo el himen imaginario que les daba paso a una nueva relación.
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