Memorias de un desconcierto
sábado, 11 de enero de 2014
Entre España y el Everest
Entre España y el Everest, prefiero el Everest. Soy así, siempre baso mis decisiones comparándolas con cosas que nada tienen que ver. Es reminiscencia de mi infancia cuando en las meriendas, en casa de mis abuelos, siempre me hacían la pregunta de ¿a quién quieres más, al papa o a la mama? Y yo miraba con ojos de socorro a mis padres. Quería a los dos por igual y me traumatizaba la idea de que no tuviera que ser así y cuando por las noches me iba a la cama, soñaba que me caía a un río lleno de pirañas y tenía que pedir ayuda a uno de los dos. Es por eso que ahora, de grande, me ideé esa estrategia. La vida es un trazo largo, que parece que nos aleja de las cosas vividas, pero en realidad es un círculo; como un LP o como un compact-disc para los más jóvenes. Cuando hemos escuchado todas las canciones, siempre vuelve a la primera. O como las uvas en Nochevieja, las preparo con la intención de pedir un deseo en cada una de ellas y al final de las campanas siempre hay una en el plato. Lo malo es que desconozco cual deseo estaba relacionado con ella y me vuelve la inquietud y mis sueños con pirañas. Así soy yo, incapaz de decidir y siempre con un buen motivo para no afrontar los cambios. Soy una especie de bulto o el tirador de un cajón falso, tras una bonita presencia no pidas contenidos, o ¿te parece mal ejemplo esto que te he contado?.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario