Memorias de un desconcierto

Memorias de un desconcierto

jueves, 13 de febrero de 2014

La exposición

'Hay que tocar las esculturas. Cerrar los ojos y dejar que ellas te transmitan aquello que el artista quiso reflejar' Así se presentaba la exposición, eso había escrito en el folleto que daban en la entrada junto con una venda para los ojos. Venda para evitar caer en la tentación de abrirlos. Me sentí atraído por la publicidad que había leído de ella en los diarios y no dudé en aprovechar la ocasión para experimentar nuevas sensaciones. Pasada la entrada, una fila nerviosa de visitantes aguardaban a que el encargado de llevarles les diera paso. Me uní a la cola e inmediatamente me dejé embargar por esos nervios que había en el ambiente. Unas cortinas tapaban la visión del interior, del cual sólo nos llegaba murmullos y una música parecida a algún tipo de tantra. Por fin el encargado nos pidió que nos colocásemos las vendas sobre los ojos y que fuéramos caminando apoyados en el hombro de quién nos precedía. Él guiaría al primero y cuando llegáramos a la zona preparada nos lo indicaría para que así cada uno se pudiese mover con total libertad. No hemos de tener miedo a que nos encontremos con obstáculos o algún tipo de trampa, el espacio es una zona diáfana y despejada en el que sólo hay aquello que el artista ha querido exponer. Un murmullo de excitación ahogó las últimas palabras del guía. Como un arroyo de montaña empezamos a avanzar, a trompicones, sinuosos, impacientes. La primera impresión fue al cruzar las cortinas. Una especie como de manos blandas me envolvieron, acariciándome la cara, rozando todo mi cuerpo. Fue un preludio. Algunos gritos se escaparon. El camino del genio, así nos relataba el guía, es este que el artista ha dejado aquí marcado, apenas un indicio de lo sublime de la obra, es en este lugar donde se han de separar de sus compañeros y explorar. Me separé de quién me había servido de guía y extendí las manos. Cuerpos delgados, ondulantes, gordos. Mis manos palparon caras, labios, ojos. Recorrieron pechos, torsos, barrigas. Exploraron piernas, sexo, penes erectos. La magia del artista no es aquello que haya creado, es dar valor de arte a nuestros cuerpos. La experiencia no se lo que duró, nunca lo suficiente cuando se descubre a uno como una obra de arte.

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