Memorias de un desconcierto
martes, 4 de febrero de 2014
El gusano
El gusano no tenía nada que hacer, iba a morir pisoteado por las botas de un paseante que en vez de mirar hacía su alrededor solo miraba hacía el horizonte. Gritó angustiado, el gusanillo, y los insectos del bosque miraban ese instante con la terrible sensación de la proximidad fatal. El gusano se arrastró, se encogió, se alargó, su cuerpo se transformó en un aullido de desesperación. La mosca trató de que se agarrara a sus patitas y alzarlo en vuelo, más no pudo, el escarabajo le grito desde su agujero para que fuera hacia el y escapar, pero estaba muy lejos, la araña trató de detener el paso del caminante con su telaraña, pero fue en vano. El gusano iba a morir. Entonces surgió la mariposa que con su lento aleteo se acercó al paseante. Este la vio y detuvo su caminar. Su mirada, la del caminante, se posó en los colores de la mariposa y sus pies, sin saberlo, se alejaron del gusano, que tembloroso, se escondía bajo unas hojas. Al rato la mariposa volvió, se posó en una flor y un pájaro la cazó. Sus alitas, en lluvia de colores, tapizaron al gusano que, horrorizado, vio el suceso. Ahora el gusano sueña con ser mariposa para que ese ser tan bello viva en él. Guarda las alas y subiéndose a las piedras, se lanza al vacío agitándolas, con tanto afán que un día, seguro, será mariposa.
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