Memorias de un desconcierto

Memorias de un desconcierto

miércoles, 12 de febrero de 2014

Billete de vuelta e ida

'Deme un billete de vuelta'. El conductor me vendió el billete y con un lento caminar bajé del autobús y me quedé en la parada. Mi corazón se aceleraba poco a poco y mis pensamientos pasaban de la incomprensión del momento a un acceso de rabia. Mi mirada, que andaba perdida en mi interior, no era consciente del transcurrir de la tarde. Me alejé de la parada con pasos que en un principio eran lentos y dubitativos, para pasar luego a ser rápidos y decididos. Abrí el portal de la calle con la vista cegada por el sol del mediodía, por la ira que llevaba. Los sentidos se inundaron por los olores a comida, por las voces que salían de las puertas de los vecinos. Mis pies se trastabillaban subiendo las escaleras. La puerta la abrí de un golpe y justo en ese momento oí la voz de Carla gritándome. Sin entender el porqué me uní a los gritos. Empezamos a dar vueltas por el comedor, discutiendo. Carla me reprochaba cosas y yo la acusaba de otras. Me senté en una silla. Notaba que el enfado no era tan fuerte. Carla me hablaba desde la habitación. El sol de la mañana daba un ambiente cálido a la vivienda. Me levanté de la silla y encendí la radio. Tarareando una canción me senté en el sofá y Carla se sentó conmigo. La cafetera inundaba la estancia con su aroma. Hablábamos. Sonreíamos. La cama estaba recién hecha conservando, aún, el calor de nuestros cuerpos cuando se amaron. Nos besábamos. En ese instante le dije '¡Espera!'. Corrí a la calle y llegué a la parada. El autobús vino y subí en él. 'Deme un billete de ida'. Deseaba reiniciar la ruta desde ese punto.

2 comentarios:

  1. Genial, la mezcla entre realidad y fantasía, ¡me ha encantado!!

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    1. Gracias Rosa. Este relato lo empecé a planear una noche mientras paseaba con mis perros Pinky y Yako. Ahora ya no me queda ninguno de los dos y cuelgo esta historia como homenaje a ellos.

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