Memorias de un desconcierto

Memorias de un desconcierto

miércoles, 18 de junio de 2014

El templo

El templo donde se adora al dios loco esta protegido por unas estatuas ciclópeas. Tan altas son que molestan el vuelo de las grandes aves. Águilas, buitres, pájaros acostumbrados a los infinitos espacios abiertos de un cielo que no tiene fin y que de repente se ven interrumpidos, en su volar, por esas inmensas moles, alzadas por vete a saber que antiguas manos, con que rudimentarias herramientas, pero eficaces visto el perdurar de su resultado.

El sol machaca esta parte del mundo. Lo hace inhabitable, lo que da más misterio al hecho de que allí fuera donde se construyera tamaño templo. Sólo se entiende por la locura de ese dios que sin ninguna duda se transmitió a sus adoradores.

Los escasos arbustos que allí crecen, plantas espinosas, sin flores, tan agresivas como todo el entorno, ondulan constantemente, como si fueran extraños estandartes. Se mecen por un insoportable viento que sin tregua azota el rostro y el cuerpo de quién esto os escribe. No hay protección que valga.

El aplastante sol, el aplastante viento, el aplastante templo. Todo es plural, todo es múltiplo. El dolor son dolores, el cansancio son cansancios, de los pies al caminar, de los ojos al mirar, del cuerpo azotado por el viento, del cuerpo abrasado por el sol.

El camino apenas se marca ya en la roca, erosionado por el paso de mil años. Apenas una senda desdibujada, cambiada incesantemente de sitio, movida como si fuera una serpiente por un viento que hace de titiritero de un camino, que a fuerza de cambiar de destino, se hace inservible, pero es el único que tengo y a él me apego, me arrastro, me dejo llevar aún si por seguirlo he de palpar su rastro en el suelo.

Me convertiré en el nuevo sacerdote. Exaltaré el poder de la locura. Crearé nuevos salmos, cánticos errantes que viajarán más allá del más lejano de los horizontes trasportado por fieles servidores. Y el apogeo de esta antigua religión será cuando el más cuerdo de los hombres se postre ante mi dios.

La humanidad ya lo adora, pero no lo sabe. Yo se lo haré saber.

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