Memorias de un desconcierto

Memorias de un desconcierto

lunes, 19 de noviembre de 2012

Esto no es un cuento

Mi madre me llamó como cada mañana. La noche había sido larga, demasiados ruidos y pocas horas de sueño, así que me hice el perezoso y quise arañar unos pocos minutos más y quedarme remoloneando en la cama hasta que el grito autoritario de mi madre me hizo levantar de un salto. “¡¡Llegarás tarde!!” me decía mientras me preparaba un poco de leche que calentaba en un pequeño hornillo. Me vestí mientras miraba por la ventana de mi pequeño cuarto; hace días que el cristal que me protegía del exterior se había roto y aún mis padres no lo habían podido arreglar, así que rápidamente me fui poniendo la ropa para cubrir mi cuerpo del frío de la mañana. Salí al patio y junto con otros vecinos me lavé un poco la cara y las manos; el agua en casa hacía tiempo que no llegaba y aprovechábamos una fuente cercana para aprovisionarnos de agua. El día era como tanto otros y algunas columnas de humo formaban divertidas imágenes en el cielo y mientras volvía para casa a desayunar me entretenía en imaginar caras y monstruos en ese cielo. El vaso de leche me lo bebí en un instante y mi madre me dio una hogaza de pan para que pudiera comer algo a media mañana. Cogí un cuaderno y un lapicero y salí dando un beso muy rápido a mamá. Rajih me esperaba en la esquina de siempre. Es mi mejor amigo y siempre vamos juntos a todas partes, además Rajih tiene una pelota y jugamos mucho a fútbol. Como soy su mejor amigo siempre me deja jugar y me escoge en su equipo y soñamos con ser unos grandes jugadores. Por el camino se nos van uniendo otros compañeros, pero no todos los que íbamos antes, algunos hace unos días que no vienen y envidiamos que puedan librarse de ir a la escuela. No es que no me guste estudiar, pero prefiero ir a jugar con Rajih. ¡¡Hay tantos sitios interesantes donde pasar la mañana!!. Mamá insiste en que tengo que formarme, aprender cosas, dice que el futuro es importante y que debo de ser una persona aplicada y hacer bien los deberes y hacer caso a los profesores y que así, cuando sea grande, podré tener una vida mejor. A mi ya me gusta la vida que tengo, pero le hago caso a mamá e intento ser aplicado. La escuela es un sitio grande y entramos en ella dando patadas a la pelota. El patio tiene unas palmeras que utilizamos de portería y antes de que nos hagan entrar a las clases, jugamos un poco. Algunos niños se nos acercan y nos piden de jugar y entonces Rajih organiza dos equipos. Todo muy deprisa, ya que apenas tenemos unos minutos. Hoy hemos estado más rato en el patio antes de entrar, el profesor que tenemos no ha venido y hemos tenido que esperar a que pusieran a otro. Nos hemos divertido mucho y he conseguido marcar algún gol. Al llamarnos para entrar a la clase hemos visto una estela de humo que recorría el cielo, nos ha hecho mucha gracia los tirabuzones que iba dejando detrás de si, pero los adultos son personas muy serías y nos han hecho correr a dentro del edificio, no a la clase y sí a un sótano. Creo que el nuevo profesor no conoce el edificio y se ha confundido. Rajih se ha quedado un poco rezagado para recoger la pelota y yo quería esperarlo; el profesor me ha cogido con mucha fuerza y me ha empujado detrás de los demás niños y a la vez gritaba a Rajih que viniera. ¿Cómo va a dejar Rajih su pelota en el patio?, pensaba yo mientras llegaba a la conclusión de que los adultos son algo tontos. Un fuerte estruendo nos ensordeció, una nube de polvo empezó a perseguirnos y entonces todos corrimos con más velocidad. Teníamos miedo. Un profesor nos dijo que nos pusiéramos de rodilla y nos tapáramos la cabeza con los brazos. Yo, mientras me tapaba la cabeza, intentaba buscar a Rajih. Era muy oscuro y no veía nada, sólo oía mucho ruido, como últimamente pasaba muy a menudo. Después de mucho rato y cuando ya hacía tiempo que se había dejado de oír ruidos, el profesor nos dijo que fuéramos saliendo muy despacio, sin gritar y en orden, al patio. Yo buscaba a Rajih, pero seguía sin verlo. En el patio había muchos adultos, muchos gritaban. Rajih no estaba en la fila pero sí que vi su pelota en el patio.

1 comentario:

  1. Hace tres años escribí esta historia, deseaba que fuese eso, ya historia. Desgraciadamente la realidad la ha vuelto a poner en actualidad. A todos los Rajih, a todos los niños que mueren en guerras, todas ellas sin sentido.

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