El águila planeó muy por encima de la línea del horizonte. Volaba alto, despreocupada del suelo que lo tenía muy lejano. Si yo fuese águila haría lo mismo, pensé. Volar, por encima de todo. Por encima de telones que nos cierran la vista. Ajeno a planos que en el cielo no tienen sentido. Por encima del horizonte para ver, por fin, que es lo que se oculta tras esa línea mágica y maldita a la vez. Me posaría en la cima más alta y dejaría de sentir el dolor de mis pies al andar.
El águila jugaba con las corrientes de aire y sin mover sus alas subía y bajaba y mis ojos con ella.
Dicen que evolucionamos y de andar a cuatro patas nos erguimos y nos pusimos en dos para así poder controlar más nuestro entorno y, dicen, que gracias a esto, nos convertimos en seres superiores. Más, ¿tú te lo crees? Seguimos masticando polvo, continuamos hiriéndonos los pies y buscamos cobijo que nos protejan, metiéndonos en agujeros y cuevas, tapándonos del cielo que nos abruma y nos cohíbe.
Continué andando. Caminaba en dirección a un sol que se ocultaba, con la esperanza de que tal vez, en alguna ocasión, encontrase el lugar donde sol y luna cohabitan. Puede que así dejase de buscar más.
El campo esta poblado de lavanda. Seguro que es una de las pocas ventajas que tenemos sobre esa águila. Dudo que pueda oler este delicado perfume. Pero, ¿y si las nubes oliesen? ¿y si cerca de las estrellas se sintiese la suave esencia que emiten? No hay descanso para quien no lo quiere y yo no quiero hallar reposo a mis inquietudes. Necesito vivir con ellas, abrocharlas a mi cuerpo como si fuese otra piel más que tengo que llevar. No quiero conformarme. Tal vez no me entiendas. No lo pretendo. Tú, seguramente, tendrás tus propias preguntas. Eso deseo por tu bien. Jamás has de encontrar la respuesta absoluta y si muchas otras nuevas dudas.
La tarde acababa buenamente. El sol ya no estaba en el horizonte, el águila, ¿quién sabe por donde volaría? El capítulo de este día se acababa. La letra cada vez más pequeña, las líneas más torcidas. Debería poner punto y final. No tengo luz y escribir a ciegas me espanta, ¿qué clases de mensajes pueden surgir de la negritud?
Fugaz, una estrella recorre el cielo nocturno.
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