Memorias de un desconcierto

Memorias de un desconcierto

jueves, 29 de noviembre de 2012

Dormía la tortuga

Dormía la tortuga el sueño del largo invierno. La desperto una hormiga, que no encontraba el hormiguero. Perdone, señora tortuga, le dice educada la hormiga, podría hacerme un hueco, bajo su caparazón donde dormía. La tortuga tiene sueño y le dice a la hormiguita, entre mis patas hay un hueco para dormir protegida. La hormiga se aposenta, se enrosca entre esas zarpas encogidas y ronquiditos deja oir a la tortuga desvelada que antes dormía. La hormiga le hace cosquillas en sus gruesas patas viejas, dormir ya no le apremia, solo sonreir de alegría.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Esto no es un cuento

Mi madre me llamó como cada mañana. La noche había sido larga, demasiados ruidos y pocas horas de sueño, así que me hice el perezoso y quise arañar unos pocos minutos más y quedarme remoloneando en la cama hasta que el grito autoritario de mi madre me hizo levantar de un salto. “¡¡Llegarás tarde!!” me decía mientras me preparaba un poco de leche que calentaba en un pequeño hornillo. Me vestí mientras miraba por la ventana de mi pequeño cuarto; hace días que el cristal que me protegía del exterior se había roto y aún mis padres no lo habían podido arreglar, así que rápidamente me fui poniendo la ropa para cubrir mi cuerpo del frío de la mañana. Salí al patio y junto con otros vecinos me lavé un poco la cara y las manos; el agua en casa hacía tiempo que no llegaba y aprovechábamos una fuente cercana para aprovisionarnos de agua. El día era como tanto otros y algunas columnas de humo formaban divertidas imágenes en el cielo y mientras volvía para casa a desayunar me entretenía en imaginar caras y monstruos en ese cielo. El vaso de leche me lo bebí en un instante y mi madre me dio una hogaza de pan para que pudiera comer algo a media mañana. Cogí un cuaderno y un lapicero y salí dando un beso muy rápido a mamá. Rajih me esperaba en la esquina de siempre. Es mi mejor amigo y siempre vamos juntos a todas partes, además Rajih tiene una pelota y jugamos mucho a fútbol. Como soy su mejor amigo siempre me deja jugar y me escoge en su equipo y soñamos con ser unos grandes jugadores. Por el camino se nos van uniendo otros compañeros, pero no todos los que íbamos antes, algunos hace unos días que no vienen y envidiamos que puedan librarse de ir a la escuela. No es que no me guste estudiar, pero prefiero ir a jugar con Rajih. ¡¡Hay tantos sitios interesantes donde pasar la mañana!!. Mamá insiste en que tengo que formarme, aprender cosas, dice que el futuro es importante y que debo de ser una persona aplicada y hacer bien los deberes y hacer caso a los profesores y que así, cuando sea grande, podré tener una vida mejor. A mi ya me gusta la vida que tengo, pero le hago caso a mamá e intento ser aplicado. La escuela es un sitio grande y entramos en ella dando patadas a la pelota. El patio tiene unas palmeras que utilizamos de portería y antes de que nos hagan entrar a las clases, jugamos un poco. Algunos niños se nos acercan y nos piden de jugar y entonces Rajih organiza dos equipos. Todo muy deprisa, ya que apenas tenemos unos minutos. Hoy hemos estado más rato en el patio antes de entrar, el profesor que tenemos no ha venido y hemos tenido que esperar a que pusieran a otro. Nos hemos divertido mucho y he conseguido marcar algún gol. Al llamarnos para entrar a la clase hemos visto una estela de humo que recorría el cielo, nos ha hecho mucha gracia los tirabuzones que iba dejando detrás de si, pero los adultos son personas muy serías y nos han hecho correr a dentro del edificio, no a la clase y sí a un sótano. Creo que el nuevo profesor no conoce el edificio y se ha confundido. Rajih se ha quedado un poco rezagado para recoger la pelota y yo quería esperarlo; el profesor me ha cogido con mucha fuerza y me ha empujado detrás de los demás niños y a la vez gritaba a Rajih que viniera. ¿Cómo va a dejar Rajih su pelota en el patio?, pensaba yo mientras llegaba a la conclusión de que los adultos son algo tontos. Un fuerte estruendo nos ensordeció, una nube de polvo empezó a perseguirnos y entonces todos corrimos con más velocidad. Teníamos miedo. Un profesor nos dijo que nos pusiéramos de rodilla y nos tapáramos la cabeza con los brazos. Yo, mientras me tapaba la cabeza, intentaba buscar a Rajih. Era muy oscuro y no veía nada, sólo oía mucho ruido, como últimamente pasaba muy a menudo. Después de mucho rato y cuando ya hacía tiempo que se había dejado de oír ruidos, el profesor nos dijo que fuéramos saliendo muy despacio, sin gritar y en orden, al patio. Yo buscaba a Rajih, pero seguía sin verlo. En el patio había muchos adultos, muchos gritaban. Rajih no estaba en la fila pero sí que vi su pelota en el patio.

sábado, 17 de noviembre de 2012

La mariposa y la mosca

Iba la mariposa volando entretenida y se encontró con una mosca cojonera. La mosca se río de los colores de la mariposa porque la hacían fácilmente cazable y además volaba muy lenta, le decía, mientras la mosca se vanagloriaba de su rapidez volando. La mariposa ignoró tales comentarios y continuó su volar por un campo de flores. Un burro que allí pastaba, creyéndola flor, se la comió. La mosca se partía el pecho de risa y sus múltiples ojos se llenaron de lágrimas de tanto reír. Tan divertida estaba que no vió por donde iba y se encontró con el rabo del burro que le dio de lleno. La aturdió y zigzagueando fué a parar al culo del animal y por allí se coló. En el estómago se encontraron. Mariposa y mosca. Una iba rodeada de flores, la otra de mierda. Fin.

martes, 13 de noviembre de 2012

Volaba la rana

Volaba el pato, volaba el ganso. Volaba el águila, volaba la rana. ¿La rana? Sí. Nadie le había dicho que no tenía alas. Volaba la rana y croaba. Nadie le había dicho que no cantara. Voló un zapato, enmudeció su canto. Que vueles me lo trago, que cantes no tanto. Calló la rana, voló a otra rama. Un ruiseñor se encontró. Enseñame a nadar, yo te enseñaré a cantar. La rana se fué a un lago, con el ruiseñor al lado. En noches de luna llena sucede lo que uno quiera. La rana volaba y cantando afinaba, el ruiseñor nadaba y a hacer ahogadillas jugaba. Salió un pez del fondo del lago. ¿Que es todo este escándolo? La rana se zambulló a su lado. El pez dió un salto. El ruiseñor se animó y desde el árbol, haciendo una pirueta, al agua se tiró. El lago era un ajetreo, con peces, ranas y pájaros alborotando. La luna apartó una nube, que no le dejaba mirar. Por una noche que me divierto no me lo venga este cúmulo a estropear. Un niño que no dormía reía y reía. Y correteando por el lago, perseguía a la rana que seguía croando. El ruiseñor le animaba y el pez, algo más serio, le decía que no se mojara. Vaya pez más raro, le gusta estar seco y no mojado. Así que el niño, que era un travieso, se le acercó como no queriendo y metiendo las manos en el agua levantaba olas que al pez indignaba. La rana soltó un gorgorito y el ruiseñor aplaudió con brio. El pez que se secaba, miró a la rana y con cara extasiada, le pidió que no callará. La rana estaba lanzada y croó hasta la madrugada. El niño en su cama reía y antes de abrir los ojos, les dijo a su pandilla, esta noche regreso, ahora, lindo sueño, aquí te dejo.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Memoria perdida

Memoria perdida. Hubo un día que olvidé todo lo que sabía. Creí que podía ser terrible pero no era así. Me di cuenta de que realmente lo que sabía anteriormente de nada me servía para el momento actual, o puede que sí, pero era algo que desconocía y por lo tanto no debía de inquietarme por eso. Un mundo nuevo surgía ante mí y era emocinante volverlo a descubrir. Desconocía si tenía aficiones, si m...e gustaba algo especialmente, si soñaba con conseguir alguna cosa, todo aquello ya no formaba parte de mí y no eran trabas que me detuvieran o me inquietaran. Una voz me despertó de estos pensamientos. '¿Papá?'. Vi una dulce cara que me miraba, deseé recordarla pero no podía. No todo lo pasado es fácil de ignorar y esa mirada me dolía ya que no sabía a quién pertenecía. Me acarició la mejilla, me besó en la cara. Desconcertado forcé mis recuerdos y surgió de la bruma una mano chiquitita que se cogía a la mía, apareció una risa fresca que me hacía reir, recuperé un abrazo cargado de cariño. Mi memoria seguía perdida pero esa cara coguió forma en mi interior. '¿Hija?'. Ella me abrazó, lloró y lloramos. Hubo un día en que creí que podía perder la memoria y liberarme de todas las trabas que me ataban, pero hay lazos que no nos atan si no que nos dan vuelo. Hubo un día en que me di cuenta de que todo era prescindible menos el amor que sentía.